Habiendo dejado la universidad apenas una semana antes, llegué a mi primera clase con Ana pensando: «Mariqueta, la oposición es una carrera de fondo, vamos a presentarnos por primera vez haciendo todo lo que podamos y ya veremos qué pasa». Pero Ana fue muy clara conmigo desde el principio: «Aquí tú vienes a por la plaza». De primeras me costaba confiar, no llegaba a creerme que me iba a pasar a mí. Todavía, de hecho, me cuesta asimilar todo lo acontecido estos últimos meses. Pero echando la mirada atrás, me reconforta recordar la ilusión con la que cada sábado iba a clase, el espíritu de mejora que en cada sesión Ana te iba inculcando, su paciencia infinita, esa mano tendida a cualquier hora y su capacidad de sobrellevar con optimismo nuestros miedos, inseguridades y llantos. Siempre le estaré inmensamente agradecida por todo lo aprendido en unas clases llenas de humanidad, donde no parecía que hubiera opositores enfrentándose por una plaza, sino un grupo de amigos trabajando con la cabeza fría y el corazón caliente.
VALORACIONES
María Enriqueta Moreno Sánchez
